Una aventura por el norte de Australia

Diciembre 16 de 2011

Wallaby en Ubirr
Wallaby en Ubirr

Muy emocionados nos encontramos en la ciudad de Darwin con mis papas y mi hermano Lucas y su novia Verónica para vivir la que sería nuestra última gran aventura de este viaje, un recorrido en de 4.000 kilómetros y de 10 días en carro casa por el norte de Australia.

Este viaje comenzó a configurarse meses a atrás por sugerencia de Lucas quien, viviendo en la ciudad de Melbourne, había escuchado de la tierra salvaje y desértica que compone el estado de Northern Territory en la gran Australia. Una tierra desolada pero plagada de maravillas naturales que tiempos atrás doblegó a los más grandes exploradores europeos. Una tierra animal, de reptiles, de lagartos. Una tierra sagrada, una tierra aborigen. Un par de horas en un café de Pokhara en Nepal fueron suficientes para que Alex y yo dibujáramos un recorrido de 10 días comenzando en Darwin, una ciudad muy al norte de Australia y finalizando de una forma casi mística en la gran piedra sagrada de Uluru situada en todo el centro del país. El plan era sencillo, manejaríamos un promedio de 300 kilómetros por día atravesando diferentes parques naturales en los que nos  dejaríamos sorprender por sus maravillas y dormíamos en pequeñas ciudades bajo el refugio de nuestro gran carro casa.

Cuando mi familia nos recogió en el hostal Dingo Moon pude notar la inmensidad del vehículo que habíamos arrendado. Lucas fue el encargado de esta tarea que por la “módica” suma de 3.800 dólares pudo rentar el carro casa más grande de la compañía y con las mejores comodidades. Con  espacio disponible para albergar la cama de 6 personas, este inmenso automotor disponía de todas las comodidades de una casa común. Una estufa de gas, extractor de olores, horno microondas, un baño, mesa para las cenas y por supuesto un potente aire acondicionado.

Luego de hacer un gran mercado bajo la coordinación de Verónica, nos dirigimos al Litchfield National Park, destino que habíamos escogido para disfrutar de sus innumerables caídas de agua. Los primeros pequeños canguros o wallabies se encargaron de darnos las bienvenida mientras transitábamos por una de las vías de acceso al parque. Ese mismo día, antes de llegar a nuestro primer camping park, paramos en el camino para conocer los termiteros que se expanden por cientos de kilómetros a lo largo de toda la sabana. Aprendimos que estos pequeños animales pueden alinear sus castillos de arena hacia un sentido específico para mantenerlos refrigerados. Al atardecer y tras tres horas de camino, llegamos a  Safari  Camp, el cual nos sorprendió un poco por su austeridad. Fuimos recibidos por un campesino de avanzada edad que vivía allí mismo en una vieja y sucia casa rodante. En el lugar nunca vimos el bar, restaurante, café y lavandería que anunciaba uno de los catálogos de la región. Sólo un edificio de baños que para nuestra fortuna lucían impecables y un espacio suficiente para parquear y conectar nuestro carro casa a la energía eléctrica. El clima era cálido y extremadamente húmedo y por el terreno rondaban unas desagradables moscas que al parecer habían desarrollado un gusto especial por la cara de los turistas. Mantenerlas alejadas era un tarea constante. Luego de una ducha y de ver algunos canguros merodeando, el día nos despidió con unas gotas de lluvia y una agradable cena en El carro casa. Estábamos contentos y expectantes de lo que sería una gran aventura.

En la mañana del 17 de diciembre, nos dirigimos a conocer las Wangi Falls y pese a que recibimos la mala noticia de que en esta época del año no podíamos nadar en ellas porque las aguas altas producidas por las lluvias podrían eventualmente atraer cocodrilos, nos parecieron hermosas. Caminamos tranquilamente en medio de un sol abrumador y una humedad que hacía sudar a todos ante el más mínimo movimiento. Mis papas disfrutaron de una caminada corta, mientras que Lucas, Vero, Ale y yo hicimos una un poco más larga que nos condujo por un circuito que ascendía hacia el punto más alto de la caída de agua.

Wangi Falls
Wangi Falls

Más tarde fuimos a conocer las Tolmer Falls, las cuales esconden una gran cueva bajo sus aguas que sirve de santuario para miles de murciélagos. La plataforma que permite divisar las cataratas varios metros por encima, fue un sitio ideal para tomar unas buenas fotografías. Pasamos la tarde manejando de regreso a Darwin para tomar el camino a Kakadu National Park el parque más grande de Australia y famoso por su población y cultura aborigen.

En el camino, visitamos Mamukala Wetlands, un pantano desde el que se podían observar algunas aves y donde por primera vez pudimos ver un canguro cargando a su bebé en la pequeña bolsa exterior sobre su estómago. Luego de tres horas manejando, alcanzamos la ciudad de Jabiru donde nos hospedamos en el Aurora Kakadu Caravan Par, un cómodo parque con una gran piscina que no dudamos en disfrutar. En la noche hicimos un excelente asado bajo la coordinación de Lucas compuesto de carne, berenjenas, mazorca y ensalada.

Canguro y bebé en Mamukala Wetlands
Canguro y bebé en Mamukala Wetlands

Esa misma noche me sentí muy afortunado de que la vida me estuviera premiando con este viaje en medio de la mejor compañía. Sólo faltaba mi hermano Juan y su esposa para estar toda la familia completa. Sin embargo, me abrumaba la felicidad de compartir algo realmente diferente, especialmente con mis papás quienes no se hubieran aventurado a hacer algo similar sin nuestra compañía. Recordé, como si hubiese sido ayer, mis primeras caminatas con mi papá en la vereda de Guarne donde él tenía un pequeño terreno y una acogedora casa de techo rojo. En su compañía, él siempre de jeans y de sombrero y yo con botas pantaneras y tierra desde los pies a la cabeza, recorríamos los caminos de la región, visitando al viejo alemán Albin que siempre nos recibía con las más deliciosas frambuesas acabadas de cosechar, a Hugo donde mi papá se tomaba los primeros aguardientes del día siempre acompañados de guayaba verde y sobretodo yendo innumerables veces al nacimiento de agua donde la precaria bocatoma sucumbía ante el más mínimo aguacero, dejando sin el preciado líquido a toda la región. Como cualquier niño, lo acosaba con incontables preguntas. Papá, ¿por qué llueve? ¿Por dónde sale el sol? ¿Por qué se forma el arco iris? 28 años más tarde nos encontrábamos de nuevo viviendo una experiencia natural, yo con algunas canas y él con unas cuantas arrugas, me encontré de nuevo, como sí fuese aquel niño de vereda, preguntándole cosas esta vez relacionadas con la humedad del aire, el clima y el aire acondicionado.

En la mañana del día siguiente fuimos a visitar el centro de información turística del parque. En ese lugar, en el que permanecimos un par de horas, aprendimos que la región de Kakadu está compuesta por una tierra similar al de la sabana africana pero que en la época de las lluvias monsónicas, se vuelve exuberante formando algunos paisajes similares a los del bosque húmedo del trópico. Adicionalmente, la tierra forma pantanos de una inmensidad incalculable, conocidos como los “Wetlands” que albergan una fauna y flora endémicas. Se dice que esta es una de las pocas regiones del mundo en el que no ha habido ninguna extinción de especies en los últimos 200 años. También aprendimos que Kakadu es considerado un patrimonio de la humanidad no solo por su diversidad natural sino por su tesoro cultural.

Las tierras de Kakadu fueron el hogar de muchas culturas aborígenes que vivieron allí por más de 20.000 años y que padecieron la colonización europea hasta prácticamente su extinción. Los ingleses llegaron a Australia a finales del siglo 18 y por años convirtieron a Australia en una gran prisión y en un centro minero. Encontraron aquí unos habitantes en su mayoría nómadas que bien supieron doblegar con sus armas de fuego con una crueldad y sevicia  similar a la de los españoles en América Latina. Hoy, el gobierno Australiano, arrepentido, ha devuelto las tierras a los pocos aborígenes que quedan y los protege con subsidios de todo tipo. Sin embargo, parece que el yugo del capitalismo ya ha caído ya sobre ellos haciéndolos vagar como zombies en las ciudades del norte y en medio de una miseria nunca antes conocida por sus antecesores.

Luego de visitar el pequeño museo del centro de información nos dirigimos hacia Ubirr, un lugar donde vivieron los aborígenes por miles de años y en donde se puede apreciar una muestra de arte rupestre. El camino nos sorprendió con algunas inundaciones de hasta 60 cm de profundidad y que nuestra Campervan no tuvo ningún inconveniente en superar. En Ubirr, quedamos sorprendidos no por el arte, sino por la belleza del paisaje. Un moderado ascenso de 250 metros a través de una roca nos dejó apreciar un paisaje hermoso compuesto por un pantano y selva que se extendían hasta el horizonte. En la cima de esa gran roca soplaba un viento cálido acompañado de un silencio ensordecedor. Que felices fuimos apreciando una vez más la exuberante belleza de nuestro planeta ante la cual palidecen las más grandes creaciones humanas.

Arte aborigen en Ubirr
Arte aborigen en Ubirr
Ubirr
Ubirr
Ubirr
Ubirr
Ubirr
Ubirr
Arte aborigen en Ubirr
Arte aborigen en Ubirr

Esa noche acampamos en el Gagudju Lodge de Cooinda. Había mucha lluvia y mientras cenábamos le dediqué a mi mamá la historia de navidad de Diana Uribe. Cantamos villancicos y mi mamá lloró de alegría y de nostalgia navideña.

Nuestra casa rodante, aquí en el comedor (de día), cuarto de Alex y David (de noche)
Nuestra casa rodante, aquí en el comedor (de día), cuarto de Alex y David (de noche)

Al otro día, continuamos nuestro camino hacia el sur no sin antes visitar el Centro Cultural Aborigen. Nos enteramos una vez más del genocidio inglés y de la exterminación sistemática de la cultura local a través de las misiones cristianas. Mientras pasaba mis ojos de un cartel a otro, pensaba en cuán infame había llegado a ser la iglesia católica en su afán de llevar sus creencias mitológicas por el mundo. Historias de profetas milagrosos, ángeles alados y tierras del edén que con una excusa de amor y paz se han valido de terror, sangre y dolor para obligar a otros a seguirlos. Allí también conocimos la forma en como vivían estas personas en una armonía y total dominio de la naturaleza. En medio del ambiente hostil de la Tierra Norte de Australia, los aborígenes sabían con extraer alimento del árido suelo y los lugares adecuados para encontrar agua. Algunas de las tribus aborígenes eran nómadas y se movían constantemente entre está selva tropical y el desierto de las zonas más australes, en un conocimiento profundo de su tierra.

En el camino hacia Katherine, nuestro destino final del día, mi papá me compartió con lujo de detalles los acontecimientos de su carrera profesional. Me habló mucho de su trabajo en Empresas Públicas y en A. Faccini y de los duros acontecimientos sucedidos durante el desenlace final de la historia de esta compañía. El alba nos cogió en el Caravan Park Big4 en la ciudad de Katherine. Disfrutamos de un jacuzzi caliente en familia antes de hacer la cena e ir a la cama. Recuerdo que esa noche, en la oscuridad de nuestro cubículo de campervan, mi mente se encontró invadida por un sentimiento de admiración hacia mis papás. Como una película pasaban muchos momentos en los que su posición conciliadora había sido fundamental para mantenernos unidos como familia. Siempre dándonos consejos, pero sin imponer su voluntad, dándonos la libertad de escoger nuestro destino, nuestros propios gustos, nuestra pareja. Hoy, pese a la distancia física que nos separa los unos de los otros y gracias exclusivamente a esa pareja tan excepcional, nuestra familia es tan diversa como unida, cada uno con sus gustos y pasiones diferentes pero con un cariño fraternal mutuo inquebrantable. También me sentí admirado por la forma en que mis papás se trataban luego de más de 40 años de casados. Pude notar como mi papá agarraba la mano de mi mamá en las caminatas, en las paradas, en el camino, como si se tratara de un par de novios que recién están descubriendo los placeres del amor. Ellos en nosotros si que han puesto un punto muy alto con el mejor de los ejemplos.

Nos levantamos muy temprano para hacer un crucero por el Katherine Gorge, el principal atractivo de la región. El paseo consistía en un viaje por el río a través de tres de las gargantas y una pequeña caminata por un acantilado. Las tres gargantas del cañón nos impresionaron bastante con su belleza de color rojizo y sus laderas de roca entre un espeso manto vegetal. Vimos un cocodrilo de agua dulce que mereció algunas fotografías.

Katerine gorge
Katerine gorge
Beatriz y Nacho en Katerine gorge
Beatriz y Nacho en Katerine gorge
Katerine gorge
Katerine gorge
Katerine gorge
Katerine gorge
Katerine gorge
Katerine gorge
Katerine gorge
Katerine gorge
Katerine gorge
Katerine gorge
Katerine gorge
Katerine gorge

Dos horas más tarde, a eso de las 11 y 30 am, emprendimos el camino hacia Tennant Creek, situado a casi 600 km de distancia y donde deberíamos pasar la noche. Cuando llegamos a este lugar, pudimos darnos cuenta que no tenía nada en especial. Se trataba de un pueblo desolado, donde los aborígenes  se paseaban como zombies de tienda en tienda hablando un lenguaje incomprensible para nosotros. Era triste verlos en esa peregrinación infinita y darnos cuenta de que seguramente sus costumbres ancestrales eran tan ajenas para ellos como para nosotros.

Dormimos en uno de los únicos parques de la región, el Tennant Creek Caravan Park, y que pese a ser un poco más caro que el promedio, era de calidad inferior. El lugar estaba completamente invadido por toda clase de insectos, tal vez los más grandes que he visto en mi vida. A la hora de la cena hubo una gran conmoción para remover de la cabeza de mi mamá un hermosa Mantis Religiosa de unos 25 cm de largo. Fui el único que quiso tomar una ducha que a esa hora estaba plagada de toda clase de bichos. Mi ducha usual se vio reducida a un par de minutos porque cada vez que cerraba los ojos imaginaba que los insectos que veía a mi alrededor me iban a atacar. Mi mamá, que en general es bastante temerosa par ese tipo de animales, afrontó la situación sin la más mínima muestra de incomodidad. No se quejó y sobretodo soportó con paciencia las incontables bromas que yo le hice con los insectos. Es muy admirable que se haya decidido a hacer este paseo pese a las inhóspitas condiciones de la región y al dolor de cadera que por estos días nos tiene a todos bastante preocupados.

Nuestro destino siguiente era Alice Springs, situado aproximadamente a unos 600 km de distancia. Pese al largo camino que teníamos que recorrer, decidimos desviarnos un poco para ver unas formaciones rocosas llamadas en lengua aborigen Karlu Karlu y en inglés Devils Marbles (Mármoles del Demonio). Pues bien, este lugar sí que valió la pena visitar ya que las formas que tomaron estas rocas como consecuencia de millones de años de erosión, nos sorprendió bastante. Luego de una corta caminata y, par su puesto, de muchas fotos, continuamos tranquilamente nuestro camino hacia Alice Springs.

Karlu Karlu
Karlu Karlu
Karlu Karlu
Karlu Karlu
Karlu Karlu
Karlu Karlu
Karlu Karlu
Karlu Karlu

El día pasó sin muchas más novedades en una carretera tan plana que es usada en algunas épocas del año para competencias de carros solares y en medio de un calor infernal que alcanzó a marcar 43 grados centígrados en el termómetro del carro. Nos acomodados en el Macdonnel Range Holiday Park, un buen lugar con piscina, algunos juegos y un BBQ que nos permitió disfrutar de un excelente asado con la sazón de Lucas.

Luego de una tranquila noche acompañada de algunas gotas de lluvia, emprendimos el camino hacia Uluru o Ayer Rocks, un de los atractivos turísticos más emblemáticos de Australia. Se trata de una gran roca de color rojizo que emerge 348 metros sobre la superficie y que está en medio de un gran desierto árido y plano. Los aborígenes cuentan que hace miles de años la tribu Anangu descubrió la roca en un viaje desde el norte y desde entonces ha sido considerada sagrada y fuente de disputa y guerras entre numerosas tribus provenientes de otras regiones. No es para menos, la geografía única y de particular belleza alberga varios oasis en un lugar donde el agua es sumamente escasa. Adicionalmente, es un refugio ideal para animales salvajes y por lo tanto una fuente de alimento ideal para los locales. Por años y hasta la invasión europea, este lugar fue fundamental para la supervivencia de las diferentes tribus. En el camino a Uluru, nos topamos con el monte Conner el cual sorprende por su geometría en forma de una meseta perfecta. Esta formación de roca y arena de 700 millones de años es usualmente confundida por Uluru, incluyéndome a mí que emocionado la aclamé mientras la veía en el horizonte sentado en el puesto de conductor de la Caravan. Una hora más tarde llegamos a la ciudad de Yulara la cual es una pequeña población que fue construida exclusivamente para servir a los turistas de Uluru. Nos hospedamos en el Voyages Ayers Rock Resort Campground el único de la región y el más costoso que pagaríamos durante está travesía.

Ese mismo día decidimos visitar Kata Tjuta (Las Olgas) con el fin de dejar el día siguiente para disfrutar de Uluru, el plato principal de la región. Para ingresar a Kata Tjuta, se debe pagar un pase de 25 dólares por persona el cual es válido por tres días y sirve también para visitar Uluru ya que ambas formaciones pertenecen al mismo parque, el Uluru-Kata Tjuta National Park. Kata Tjuta nos pareció simplemente espectacular. Se trata de una gran roca a la que el tiempo, a través de un proceso de erosión de 500 millones de años, ha resquebrajado y pulido para dar forma a 36 domos de roca masiva. En el lugar hicimos una caminata de una hora y media de duración en la que nos acercamos a una gran garganta que servía de refugio para un oasis, allí vimos a un par de canguros buscando agua.

Kata Tjuta
Kata Tjuta
Kata Tjuta
Kata Tjuta
Kata Tjuta
Kata Tjuta
Kata Tjuta
Kata Tjuta

La tarde terminó apreciando el atardecer a lo lejos sobre Uluru con su tradicional color rojizo. Fue algo hermoso y espiritual contemplar a esa enorme roca apagarse, como si fuese una inmensa bombilla, al unísono con las últimas luces del día.

Uluru al atardecer
Uluru al atardecer
Preparados para el atardecer en Uluru
Preparados para el atardecer en Uluru
Atardecer en Uluru
Atardecer en Uluru

Nos levantamos muy temprano al día siguiente para ver el amanecer en Uluru.  La inmensa masa de roca cambia de color durante el día de acuerdo con la luz del sol y el atardecer y el amanecer son los momentos en que se puede ver más intensamente su color rojo.

Amanecer en Uluru, a la izquierda a lo lejos, Kata Tjuta
Amanecer en Uluru, a la izquierda a lo lejos, Kata Tjuta
Amanecer en Uluru
Amanecer en Uluru

Luego visitamos el centro cultural del parque, donde aprendimos muchas cosas acerca de la vida de los Anangu y de los animales salvajes que habitan en la región. También nos enteramos que tras la colonización y posesión de estas tierras por parte de los ingleses, estas fueron devueltas a los Anangu en 1985 quienes en la actualidad manejan el parque en conjunto con las autoridades australianas. Con un sentimiento encontrado observé las fotografías del día de la devolución por ser estas la representación de un acto innecesario si el gobierno inglés no hubiese incurrido en las atrocidades que caracterizaron su ocupación. Con bastante curiosidad observamos un libro de cartas de personas alrededor del mundo que, habiéndose llevado una roca del lugar, la devolvían por la mala suerte que les había traído. También nos enteramos que el camino a la cima de la roca, abierto en algunos meses del año, se encontraba cerrado en está época por la elevadas temperaturas. Luego fuimos a hacer una pequeña caminata alrededor de la piedra, donde pudimos apreciar de cerca su inmensidad rodeada en algunos tramos por oasis y pequeños bosques de matorrales óptimos para el refugio de animales salvajes.

Uluru de cerca
Uluru de cerca
Pozo de agua en Uluru
Pozo de agua en Uluru

Pasamos la tarde manejando hacia Kings Canyon, nuestro último destino antes de regresar a Alice Springs, en el camino vimos varios incendios al lado de la carretera. Una vez allí, nos quedamos en el único resort del lugar donde pudimos disfrutar de una buena piscina. En el lugar era bastante común ver grandes lagartos.

Incendio al lado de la carretera
Incendio al lado de la carretera
Lagarto, medía más o menos 1.3 m
Lagarto, medía más o menos 1.3 m

El último día de camino, lo pasamos en el Kings Canyon, un hermoso cañón que se puede recorrer en poco más de dos horas. Pese a que el calor era abrumador, Lucas, Vero, Alex y yo nos aventuramos a hacer la caminata de 6 km que bordea el cañón por la parte superior. La belleza del paisaje no se hizo esperar cuando terminamos el ascenso de los primeros escalones. Pudimos observar el cañón en todo su esplendor con sus formaciones de roca muy característico de la región del norte de Australia. Se dice que este lugar era plano y que a causa del viento y el paso de muchos millones de años, la roca se fue esculpiendo para lucir la curiosa forma redondeada de los acantilados. Durante el camino pudimos ver de nuevo varios oasis sobre la árida roca que invitaban a la formación de las más variadas formas de vida. El recorrido, que nos tomó 2 horas, fue realmente espectacular y puede merecer estar entre una de las mejores cosas que vimos este país.

Kings Canyon
Kings Canyon
Kings Canyon
Kings Canyon
Kings Canyon, ¿ves a David en la foto?
Kings Canyon, ¿ves a David en la foto?
Kings Canyon
Kings Canyon
Kings Canyon
Kings Canyon
Kings Canyon
Kings Canyon
Kings Canyon
Kings Canyon

En la tarde tomamos el camino de regreso a Alice Springs donde tendríamos la cena de navidad y descansaríamos otro día para dar por culminada esta travesía. Fueron un poco más de 400 km de regreso que a Lucas a y mí, los principales conductores del paseo, nos desgastaron un poco. Sólo fue hasta ese día que pude notar que todos los conductores de la carretera hacen un pequeño saludo siempre que se topan con otro auto. Una señal de camadería en estas solitarias tierras del norte.

Una vez en Alice Springs, nos quedamos en el mismo lugar de antes y tuvimos un buen asado en celebración de la navidad preparado como siempre bajo la coordinación de Lucas. Esa noche hablamos de todo, los proyectos venideros, la historia de Australia en cabeza de Alex y sobretodo de la gran infancia que tuvimos en medio de una familia unida. Lucas de nuevo nos compartió algunas de sus aventuras en este país, de su trabajo como Barista, de su primera noche en Sydney, del pánico que sintió al darse cuenta que estaba sólo en un lugar desconocido. Mi hermano, a quien antes veía como a un niño, ya era un adulto hecho derecho, con una exitosa carrera en estas tierras lejanas. A sus 30 años, Luqueiro ya había logrado lo que muchos Colombianos no habían conseguido en este país en años de perseverancia: tener una posición reconocida con empleo profesional en un mercado altamente competitivo. Que gran orgullo.

Familia en navidad
Familia en navidad

El último día la pasamos descansando en la piscina. Lucas me contó de los “bogans“, el nombre peyorativo que le dan a la clase trabajadora de Australia. Son personas de baja educación, que tienen trabajos generalmente en construcción y son los representantes de la clase media australiana. Los bogans suelen viajar en carros casas, tienen varios hijos y su dieta es rica en carne y tocino. Los bogans fueron, en la mayoría de los casos, nuestros compañeros en los parques y con quienes disfrutamos de un desayuno  colmado de pancakes el 25 de diciembre en Alice Springs.

El 26 de diciembre de 2011, tomamos un vuelo de regreso a Melbourne en medio de un sentimiento tan grande de felicidad como de nostalgia. Estas habían sido sin duda alguna unas vacaciones diferentes y maravillosas. En nuestra mente quedarían grabadas por siempre aquellas tierras australianas que llenaron de belleza y admiración nuestros ojos. Una tierra roja, antigua, desértica que sirvió como el mejor telón de fondo para disfrutar de  uno de los más grandes placeres, la compañía de nuestra familia.

Viva Australia y viva esta gran travesía de ocho meses que hoy culmina abriendo la puerta hacia una nueva vida en Colombia que marca el regreso a la realidad.

Saludos,

David P


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  1. Responder

    gloria ines

    Sencillamente espectacular

  2. Responder

    malaquita

    David,espectacular tu despedida de esa gran aventuras, que belleza de paisasjes, felicitaciones, gracias a Dios, tienes unos lindos recuerdos de tu infancia, gracias a esos padres que tienes que les han dado un gran ejemplo de vida,espero que ya se te halla pasado esa melancolia que tenias, porque se te habia acabado el paseo,que conchadespues de ocho meses que mas querias?,bueno ya vendran mas cosas, porque ustedes han sido muy bendecidos por Dios y seguramente
    que lo que sigues teniendo en mente se te cumplira. abrazos filma como tu me dices.

  3. Responder

    Pilar Martinez

    Bravo muchachos y que se sigan divirtiendo!!!
    David dale las gracias a tu padre por su mensaje. Yo ya habia entrado antes desde tu facebook y habia visto tus extraordinarias fotos, que nos despiertan unos grandes deseos de ir a visitar y disfrutar de esos lindos lugares en vivo y en directo,Gracias!!!

  4. Responder

    Juan Posada

    Que puedo decir …. sólo nostalgia y una inmensa alegría y agradecimiento por la familia que tengo. Los quiero mucho.

  5. Responder

    HECTOR ZULUAGA CASTELLANOS

    Apreciados Muchachos:

    Con la admiración latente, frente a tan maravillosa experiencia. Me alegro por ustedes que pudieron construir un viaje tan espectacular y que este a su vez les entregó inportantes elementos para entender con mayor claridad cual ha de ser la Misión de ustedes en este mundo. Me alegró mucho ver como estaban de bien Lucas y Vero y poder ver que el Tio Nacho y la Tía Tatis estaban tan bien y tan contentos.

    reciban un abrazo muy especial de nuestra parte y saben que a toda la familia Posada Quevedo los admiramos y queremos mucho.

    Héctor Zuluaga y Familia

  6. Responder

    Francisco Valderrama A

    Una crónica maravillosa, que permite disfrutar del sitio y del paseo como si uno hubiese estado allí. Y un bello ejemplo de integración familiar.

    Saludos a Nacho y su familia. Lástima que no encontraron en el camino una venta de morcilla y chunchurria, para no olvidar los orígenes!!!

    Francisco Valderrama A.

  7. Responder

    luz Elena Garces

    fantastico .,fue una gran aventura ,familia especial que disfruta al maximo cada acontecimiento ,los admiro mucho ,a esa mama un abrazo

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