Nam Ha, de la ciudad a la jungla

Luang Namtha – Laos, 19 al 23 de febrero de 2017

¡Cuánto nos costó llegar a Luang Namtha! la ciudad más cercana a la reserva nacional Nam Ha que protege a una gran selva fronteriza muy cerca de un famoso sector del corredor de seda llamado El Triángulo de Oro donde confluyen Tailandia, Laos y Myanmar.  Eran las 3 de la mañana cuando despertamos al llegar a la estación de buses de la ciudad aún sin saber que estábamos en ella. Fue Maps.me, la aplicación que hemos estado usando para este viaje, la que nos indicó el lugar en el que estábamos.

Fuimos los únicos que bajamos allí, no hubo más pasajeros, no hubo otros turistas. Un poco desconcertados y aún recuperándonos del viaje de 8 horas en bus, llegamos más temprano de lo esperado al hotel Thoulasith Guesthouse que a esa hora lucía desolado. Tras llamar durante varios minutos, nos enteramos de que el lugar estaba lleno y sólo podrían entregarnos la habitación hasta las 9 de la mañana. Debatiéndonos entre la neblina y el frío, optamos por pasar el resto de la noche en un pequeño balcón que al aire libre, se posaba sobre el parqueadero atestado de carros 4×4. Aquí, en definitiva, comenzaría una gran aventura.

Luang Namtha no tiene ningún atractivo como ciudad, sin embargo disfrutamos de una deliciosa comida en Manychan (restaurante y pastelería con comida de Laos e internacional a buenos precios), fue interesante visitar el mercado de la mañana con toda la comida fresca y el de la noche donde se pueden probar las especialidades de la región o ver cómo cientos de chinos pasan por este lugar a diario en su ruta desde / hacia Tailandia.

Luego de ver algunas agencias de trekking, nos decidimos por contratar a Green Discovery, una de las más recomendadas en la guía de Lonely Planet y en Trip Advisor, y fue así que, con pequeños morrales en nuestras espaldas, nos adentramos por tres días en las entrañas de este maravilloso parque.

Comenzamos el camino a unos 20 kilómetros de la ciudad en la aldea Sin Oudom en compañía de “E” (nuestro guía principal), “Hug” (el guía local) y Sylvie (turista francesa) a través de un terreno plano que cruzaba el río Nam Tha y otros arroyos en múltiples ocasiones. Como no había puentes ni caminos de piedra para atravesarlos, decidimos usar sandalias para esos primeros kilómetros. El medio día nos sorprendió con una abrazante calor y una jungla ya espesa colmada de gigantes árboles en donde ni el sol ni el viento podían penetrar. Ya con nuestras botas puestas tomamos nuestro primer almuerzo compuesto para pollo, tofu, berenjena, chiles, ranas y el famoso sticky rice, toda una exquisitez.

Tras un prolongado ascenso en medio de un bosque espeso y el sonido ensordecedor de los insectos y los pájaros, llegamos al campamento donde pasaríamos la primera noche, el cual no era más que una choza de paredes de bambú y techo de paja junto con algunos utensilios de cocina.

Al día siguiente, luego de tomar un desayuno con arroz y tortilla, nos despedimos de “Hug” y continuamos por un camino similar que tras cuatro largos ascensos y descensos y 15 kilómetros de recorrido nos llevó hacia los límites de parque a orillas del río Nam Ha a la aldea Ban Namkoy de la tribu Lanten, en donde pasaríamos la noche.

Pudimos tomar un baño en el río que, recién salido de la montaña, lucía totalmente cristalino y disfrutar de un extenso paseo por la pequeña villa en la que nos encontrábamos, habitada por unas 100 personas en unas 20 o 25 cabañas.

El último día tuvimos una caminata más bien tranquila que nos llevó de nuevo por la jungla del área protegida. A la hora del almuerzo, nuestro guía, como si se tratase de un rito, volvió a ofrecernos ranas, esta vez, aquellas de las que habíamos presenciado su caza la noche anterior.

El final de nuestra aventura fue en la pequeña villa llamada Nam Lue en donde conocimos las bodegas en donde cada familia acumula los 20 kilos arroz por mes que come cada miembro de ella.

Mientras la van que nos esperaba al final del recorrido nos llevaba de nuevo a la ciudad, podía apreciar la hermosa jungla que por algunos días nos había acogido y que gracias al conocimiento de nuestro guía, generación tras generación, habíamos podido sortear sin ninguna dificultad.

Luang Namtha quedará en nosotros como una pequeña ciudad fantasma que, a pesar de haber perdido su identidad ancestral de punto de conexión entre dos mundos, se resiste a morir como si fuese una densa jungla que permanece erguida ante la arrolladora explotación humana. Tal vez nunca volvamos, tal vez si, lo único que si es seguro es que nunca la olvidaremos.


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