Los hijos del lago Inle

Nyaung Shwe, febrero 9 al 11 de 2017

Nos despedimos de nuestro equipo de trekking en Tone Le mientras veíamos a nuestros dos guías, cocinero y su nueva mascota (Mono pequeño) alejarse en la motocicleta. En un bote con un par de sillas de madera, recorrimos el canal que nos llevó al lago, el cual cruzamos hasta llegar a Nyaung Shwe.

Área de conservación de aves en el Lago Inle
Área de conservación de aves en el Lago Inle

El Lago Inle, con 100km de largo y en promedio 5km de ancho, es el segundo más grande de Myanmar y el más turístico. Lo habitan los Intha (hijos del lago), aproximadamente 70 mil personas distribuidas en 200 pueblos y aldeas. El recorrido, de 1 hora, es placentero aunque ruidoso por el motor del bote. Esta gran masa de agua rodeada de montañas, es el hogar de un delicado ecosistema de pájaros, peces, reptiles e insectos, algunos de los cuales pudimos observar en el recorrido sin mayor esfuerzo.

Gaviotas en el Lago Inle
Gaviotas en el Lago Inle

Llegamos a uno de los embarcaderos de Nyaung Shwe desde donde caminamos hacia el hotel Thiri Nanda Villa. Las calles eran muy similares a las demás que encontramos en Myanmar: una mezcla de niños jugando, basura a cada paso, perros haciendo la siesta, vendedores de todo tipo de cosas, monjes y monjas, olores (a veces no tan placenteros), ausencia de andenes, carros que no respetan al peatón, monasterios, templos, estupas y sonrisas mezcladas con el tradicional saludo “Mingalaba” porque, al fin y al cabo, “somos bendecidos”.

Después de 4 días de trekking y de haber dormido con frío y un poco incómodos, el hotel con su ducha de agua abundante y tibia, cama limpia, acceso a internet y gente amable, nos pareció maravilloso. Luego de ponernos al día en los mails pendientes y mandar la ropa a la lavandería, dimos una caminata por el pueblo y cenamos pizza en horno de leña en el restaurante Golden Kite.

Nuestro segundo día lo dedicamos a descansar y a hacer una delicada planeación de los siguientes destinos del viaje. Unos días atrás habíamos decidido cambiar la ruta e ir a Nueva Zelandia en marzo y no en mayo, buscando un mejor clima para hacer trekking. Esto implicaba además eliminar Australia y Papúa Nueva Guinea, así como volver a configurar todos los vuelos considerando las limitaciones que tenemos como colombianos en términos de visados y buscando la ruta más óptima en costos. Cuando al fin lo logramos, luego de analizar decenas de opciones, investigar por qué países podíamos pasar sin sacar visa y casi llorar por la velocidad de internet del hotel, pudimos dejar todo listo y en la noche asistimos al espectáculo de marionetas “Aung”.

Teatro de marionetas Aung Lago Inle
Teatro de marionetas Aung

Este espectáculo es el único que queda en el Lago Inle de la antigua tradición birmana de las marionetas. Hoy en día se suelen ver como decoración en muchos lugares del país, pero el espectáculo como tal ya solo se hace para los turistas ya que, según la explicación que dan en el lugar, después de 1930 con la llegada del cine y la falta de apoyo de la colonización británica, los birmanos dejaron de asistir al espectáculo. Durante media hora y a través de unos 10 pequeños shows, el titiritero, cuarta generación en el oficio, nos deleitó con su arte y nos permitió vivir en el pequeño teatro de 20 personas un espectáculo sencillo y a la vez único.

En nuestro último día, hicimos el tradicional recorrido en bote, en el cual se visitan diferentes pueblos y aldeas, principalmente talleres de confección artesanal que pueden variar según con quien se contrate el servicio. En nuestro caso tomamos un bote para los dos solos ya que debíamos regresar temprano para tomar el bus de regreso a Yangon. Nuestro lanchero no tenía más de 20 años y llevaba un asistente que aún era un niño (posiblemente su hermano) a quien le estaba enseñando el oficio.

Nuestros lancheros
Nuestros lancheros

Lo primero que llamó nuestra atención fueron los pescadores con su técnica particular en la que hacen equilibrio sobre uno de los extremos de la barca.

En el recorrido visitamos la población de In Phaw Kone, donde fuimos a un taller de telares en el que lo más impresionante es la forma en que extraen la fibra para hacer el hilo de los tallos de la flor de loto, después fuimos a otro en el que trabajaban con plata y finalmente visitamos uno más en el que vimos cómo hacen el tabaco de la manera tradicional. Aunque en cada uno de estos lugares la visita termina en un almacén donde venden los productos, no es obligatorio comprar nada y no son agresivos con respecto a esto.


Al medio día llegamos a la Pagoda Hpaung Daw Oo, donde lo más impresionante son las antiguas figuras de buda que han sido cubiertas con lajas de oro por los peregrinos (las cuales se pueden comprar afuera de la pagoda) a tal punto que ya tienen forma esférica y es imposible imaginarse las figuras originales. Esta práctica se considera una gran ofrenda pero está restringida a los hombres.

Luego de almorzar continuamos nuestro recorrido visitando una aldea en la que se anunciaban “las mujeres de cuello de jirafa”. Nos tomó por sorpresa pensar que vivían en este sitio ya que habíamos oído hablar de ellas estando en Tailandia hace algunos años. Más tarde investigamos y aprendimos que las Padaung originalmente provienen de Myanmar, son parte de la tribu Kayan pero en su mayoría emigraron a Tailandia en los años 90’s debido a la situación militar del país. Lo que encontramos nos pareció agridulce. Por una parte, fue interesante aprender que esta tradición comienza a los 9 años con la instalación de los primeros 5 aros de cobre. Cada año se va agregando un aro hasta completar 25, cuando la mujer llega a los 29 años. Además de ponerlos en el cuello, donde la estructura final pesa 8 kilogramos y jamás puede ser removida, los usan debajo las rodillas donde llevan 9 aros. El objetivo de los aro, en teoría, es proteger a las mujeres de los tigres, sin embargo, hoy en día es más una elaboración para los turistas y de alguna manera es una explotación de las mujeres, ya que la tradición prevalece por el ingreso económico que representa. En este lugar tampoco nos cobraron nada, pero las mujeres estaban tejiendo y ofrecían sus productos para la venta.

Mujer Padaung tejiendo
Mujer Padaung tejiendo

Nuestra última parada fue el monasterio Nga Phe donde el atractivo principal son los gatos, aunque a la hora que lo visitamos no vimos muchos.

Desde allí regresamos al hotel (en el recorrido tradicional además se ve el atardecer en el lago), pasando por algunas de las aldeas flotantes con sus cultivos sobre el lago. Es impresionante la cantidad y variedad de plantaciones aún sin tener un suelo firme.

A las 5:30 nos recogió el taxi que luego de media hora nos dejó en el lugar de salida del bus de la empresa E-lite (el mejor que tomamos en Myanmar). Después de 11 horas llegamos a Yangon para pasar nuestro último día en Birmania.

De Myanmar nos llevamos el recuerdo de experiencias inolvidables. Bagan fue nuestro destino favorito, seguido por el trekking de 4 días desde Kalaw. El Lago Inle y Yangón aunque estuvieron interesantes, deslucen frente a los otros dos destinos. Aunque es común decirlo, en este caso la expresión se queda corta para explicarlo: la amabilidad de los birmanos no tiene comparación. Son las personas más serviciales que hemos conocido. Siempre atentos, aunque algunas veces su inglés fuera incomprensible, hicieron que nuestro paso por este país fuera único.

 

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