La sonrisa al otro lado del mundo

(Advertencia: post corto, romántico y con pocas fotos)

Llegué a Amsterdam un día tarde.  No sólo por las 7 horas que perdemos al viajar de América a Europa sino porque además mi vuelo que debía salir de Bogotá el 22 de febrero fue cancelado y sin más opciones tuve que viajar el 23.

Bogotá – Nueva York.  El avión de Delta está a reventar (obvio… después de juntar los pasajeros de dos días en un solo itinerario).  Me toca el puesto que más detesto (última fila, pasillo, al lado del baño) y lo único que mejora la experiencia es saber que en pocas horas voy a estar de nuevo con David viviendo una nueva aventura.

Nueva York.  La fila de migración es más larga de lo normal.  Alguien vocea “passengers with connections” y sin pensarlo dos veces me abalanzo sobre el papel naranjado y hacia la fila corta.  Reclamo mis maletas, las entrego de nuevo y me voy a la sala Wingtips de la terminal 4 (aplausos para la tarjeta Priority Pass).

Nueva York – Amsterdam.  Abordo el avión de KLM (mi aerolínea favorita).  El avión se va llenando y mágicamente todas las personas pasan de largo por mi fila.  Cierran la puerta y puedo celebrar en silencio que nadie se sienta a mi lado y tengo toda la fila 14 para mí sola.  7 horas de comodidad, excelente servicio y comida… mmmm… aceptable (¡pero vegetariana!).

Amsterdam.  24 de febrero.  Eran las 7:20 am y me sentía feliz de al fin haber llegado.  Compré una tarjeta SIM para el celular en un puesto de Lebara y un tiquete para el tren en una oficina amarilla.  Llevo en un papelito las instrucciones para llegar al apartamento que arrendamos.  Por las ventanas del tren empieza a revelarse un amanecer naranja, rosa, violeta.  Sólo 6 minutos después me bajo en la estación Amsterdam Zuid.  Salgo de la estación y el cielo sigue transformándose.  El viento helado me golpea la cara como pequeñas agujitas que se clavan en la piel.  Me pongo mi armadura contra el frío: gorro, guantes, chaqueta térmica y rompevientos.  Doy un par de vueltas perdida hasta que logro encontrar el paradero del bus #15.  Me bajo en Hoofddorpplein, camino por la calle Aalsmeerweg hasta el número 41 y timbro en el botón #3.  Dos minutos después se abre la puerta y veo la hermosa sonrisa de David recién levantado, el mayor regalo que podía recibir, el momento por el que valía la pena haber cruzado al otro lado del mundo.

 


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  1. Responder

    Juan Pablo Velasco

    Lindo post Alex! Que suertudo mi amigo David! 🙂 Los saludo desde una zona en Inglaterra al oeste de Londres que se llama The Cotswolds. Hermosos paisajes de la campiña inglesa, casas en piedra y pueblos históricos por doquier. Lo más “British” que se puede encontrar según investigué. Volviendo a manejar por la izquierda así que espero terminar más inteligente al final del viaje porque las conexiones cerebrales que se logran para no meter la pata son muchas. Para qué vean que no me descuido, sigo en la ruta. ¡Abrazos a ambos!

    1. Responder

      Alexandra C

      🙂 gracias Juan, sin duda los dos somos muy afortunados. Queremos detalles del viaje a Inglaterra, ¿Skype? Un abrazote.

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